MADRID, 9 Ago. (CulturaOcio) - A sus órdenes Denzel Washington ganó su segundo Oscar, el primero como actor protagonista, hace ya 16 años por Training Day. Y en sus manos se ha puesto también para, a sus ya 63 años, repetir un personaje por primera vez en sus cuatro décadas de carrera. Él es Antoine Fuqua, que dirige por cuarta vez a Washington en The Equalizer 2, un filme que, también para el cineasta, es su primera secuela. Y aunque reconoce que se acercó al guión de esta continuación "como si fuera un proyecto independiente", para hacer "la mejor película posible" sí que tuvo en cuenta lo que más le había gustado al público de la primera entrega. "Cuando volvimos a ver la primera y vimos a qué respondía la gente, eso ayudó mucho a la hora de hacer la segunda", afirma el director en una entrevista con CulturaOcio.com durante su visita a Madrid para presentar el filme. Una película que llega este viernes 10 de agosto a los cines españoles y en la que el protagonista al que da vida Washington, el solitario y letal justiciero Robert McCall, "está intentando conectar más con la sociedad" a través de su nuevo trabajo como conductor de un servicio de VTC. "Se está exponiendo. Y tiene un trabajo perfecto para él en el que consigue ser invisible y en el que puede escuchar a la gente, sus problemas", señala Fuqua que apunta que, por su oscuro pasado -del que el filme va ofreciendo más pistas- Robert "es como un camaleón" y le es fácil "convertirse en diferentes personas". Pero a pesar de dejar atrás su vida de ermitaño, en su segunda aventura The Equalizer mantiene sus señas de identidad con una trama en la que McCall reparte severos correctivos a diestro y siniestro hasta que el asunto se vuelve "algo personal". El filme también una gran secuencia final de acción que busca impactar tanto en el público como lo hizo aquel brutal pasaje ambientado en un almacén de construcción que servía de clímax en la primera entrega. En este caso se trata de una secuencia más compleja incluso, en la que, recuerda Fuqua, quiso rodar todo de la forma más orgánica posible para lo que tuvieron que "invadir" un pueblo en la costa y luchar contra los elementos. "Siempre es interesante rodar así, aunque es toda una aventura. Es incomodo, frío, nos mojábamos... y se tarda muchísimo. Y en algunos momentos era peligroso, porque teníamos el mar al lado y la marea iba subiendo y nosotros teníamos que subir a una vieja torre. Es una satisfacción cuando la terminas, pero como director estás muy nervioso, pendiente de que nadie acabe lastimado. Aunque echando la vista atrás se disfruta", señala el cineasta que, reconoce, que no es un usuario habitual de los taxis o los coches con chófer. "Prefiero conducir yo mismo", sentencia Fuqua que de todas formas si guarda una vivencia muy particular dentro de uno de esos coches... aunque nada parecido a lo que ocurre en el filme cuando McCall está al volante. "Hace poco en Bostón tomé un Uber y en un momento dado me di cuenta de que tenía cámaras, cámaras en su visor. Y le pregunté: '¿Pero cómo es que grabas a tus clientes?' Entonces el tipo me contó que era porque hace poco se había metido en una pelea con unos clientes y le habían demandado así que empezó a grabar todo lo que pasaba dentro de su coche. Me pareció interesante... y un poco raro porque estaba grabando a la gente sin su permiso", recuerda Fuqua que reconoce que su "sueño" sería continuar la saga dándole una dimensión internacional, con Robert impartiendo justicia "en algún lugar de Europa". "Si hay una tercera parte me gustaría rodarla en otro lugar y no sé... podría ser España", dice.