Por Mirian San Martín
El brillante Steve McQueen tiene la capacidad de agarrar con sus manos un tema a priori tópico, mostrar todas sus caras como si se tratara de un poliedro infinito, y hacerte creer que esta es la primera vez que alguien te habla de ello.
Así lo hace en '12 años de esclavitud', su nueva película. Al igual que en las cintas 'Shame' y 'Hunger', descubre al espectador todo aquello que se esconde tras la obviedad.
Si pensabas que habías oído hablar lo suficiente acerca de la explotación de la población negra en Estados Unidos durante los siglos XIX y XX, con esta película el director te demuestra que hasta ahora no habías dedicado ni un minuto a pensar en ello. Te reto a que la veas.
Lo cierto es que son muy pocas las películas que en los últimos años han abordado la esclavitud y la mayoría de ellas son antiguas. Entre los largometrajes más cercanos en el tiempo destacan 'Amistad' y 'Lincoln', de Spielberg, o 'Django desencadenado', de Tarantino, pero ninguna de ellas consiguió abordar con profundidad el asunto.
¿Demasiado pronto para afrontar sin tapujos uno de los temas que más ha avergonzado a Estados Unidos? McQueen rompe aquí esa barrera y desnuda uno de los temas casi tabú de la filmografía estadounidense con un relato real: el de Solomon Northup, un hombre libre que en la primera mitad del siglo XIX fue secuestrado y vendido como esclavo.
Tras su cautiverio decidió escribir un libro y McQueen, durante su búsqueda de documentos reales en los que basar su historia, se topó con un relato que promete sensibilizar al público. La historia demuestra que nadie nunca está totalmente a salvo de las injusticias, seas quien seas y estés donde estés.
Uno de los puntos fuertes de esta película, producida por Brad Pitt --quien también aparece en ella-- es la manera en la que McQueen decide narrar la historia: prescinde de la voz en off y deja que sea el lenguaje corporal del protagonista, interpretado por Chiwetel Ejiofor, quien cuente lo que pasa por su mente en cada minuto de la película.
FASSBENDER, FETICHE
Una vez más, McQueen recurre al sobresaliente Michael Fassbender, capaz de mutar de piel en cada película del maestro británico y dar un paso más en sus capacidades interpretativas. En esta ocasión, le toca convertirse en un cruel negrero que se transforma en víctima de sus propias acciones.
Nadie escapa a los horrores de la esclavitud en esta cinta, ni siquiera los propios amos, que se convierten en monstruos para los esclavos y para sí mismos. Ese es el gran acierto de McQueen, demostrar que, al final, la esclavitud fue un sufrimiento compartido por todos, una mancha negra en la historia del país que impidió a sus ciudadanos amar y empatizar con el prójimo durante un largo periodo de tiempo.
Pero su mensaje, libre de moralina, no se limita a denunciar la explotación de las personas. Ante todo, es un fresco de la lucha por la supervivencia, en la que entra en juego también un debate feminista y moral. ¿Han de ceder las mujeres a las presiones de los amos para conservar su integridad física?
McQueen lanza esta y otras preguntas a un espectador que considera inteligente y lo hace a base de brochazos y pinceladas, ya que, según ha manifestado en más de una ocasión, las imágenes pictóricas han servido como influencia más que cualquier película.
Aquí puedes ver el tráiler: