MADRID, 1 Jul. (CulturaOcio) -
El final del tercer capítulo de la segunda temporada La Casa del Dragón confirmó lo que los conocedores de la obra de George R.R. Martin ya sabían: La Danza de Dragones, la guerra entre los Targaryen, es inevitable. Los jinetes de dragones chocarán en una devastadora contienda que sumirá los Siete Reinos en una espiral de sangre, fuego y muerte que pondrá a la ancestral casa de la Antigua Valyria al borde de la extinción y que... comenzó con un malentendido.
((ATENCIÓN: ESTA NOTICIA CONTIENE SPOILERS))
Rhaenyra (Emma D'Arcy), Alicent (Olivia Cooke) y Rhaenys (Eve Best), tres de las mujeres más poderosas de Poniente, parecen ser las únicas que desean evitar la guerra inminente. Así, reacia a continuar con la escalada de violencia en la que Negros y Verdes, especialmente sus vengativos e insensatos comandantes, se han empeñado en seguir, Rhaenyra toma una valiente y desesperada decisión para evitar la guerra. Viajar de incógnito hasta Desembarco del Rey para encontrarse con su antaño mejor amiga y ahora enemiga Alicent Hightower.
Hay que recordar que la amistad de la infancia y juventud entre los dos personajes es algo creado exclusivamente para la serie y que, en el libro de George R.R. Martin Alicent es mucho mayor que Rhaenyra y que no son ni mucho menos amigas en ningún momento, como lo son en la primera parte de la primera temporada de la serie.
Así, en este tercer capítulo, tras leer al fin la carta que Alicent escribió tras la muerte de Lucerys (Elliot Grihault) tras ser atacado por Aemond Targaryen (Ewan Mitchell) y su colosal Vhagar el final de la primera temporada, y descubrir que Alicent tampoco quiere que estalle guerra, Rhaenyra emprende el arriesgado viaje y, disfrazada de septa se cuela en el Gran Septo de Baelor para intentar hablar con Alicent y evitar la guerra... pero este reencuentro no sale como ninguna esperaba.
Esta conversación, arrodilladas ante las velas donde ya compartieron confidencias cuando eran más jóvenes en la primera temporada, es el primer encuentro de Alicent y Rhaneyra desde la muerte de Viserys (Paddy Considine). En una tan tensa como emotiva escena, las antaño amigas intercambian palabras y miradas llenas de resentimiento pero también de cariño y resignación. Mientras Rhaenyra intenta negociar la paz, por su parte Alicent intenta convencerla de que no tiene razón, de que justo antes de morir su entonces esposo, el rey Viserys el Pacífico, cambio de opinión y señaló a su hijo Aegon como légitimo heredero al trono.
"Fui dura contigo pero nunca te mentí. Proclamé delante de todos que serías una gran reina. ¿Me crees capaz de tal hipocresía", dice Alicent mirando fijamente a los ojos a Rhaneyra, en cuyo gesto se atisba ahora incluso un punto de duda. Sabe que su amiga no está mintiendo que cree firmemente que Viserys señaló a Agegon como heredero.
"¿Y qué dijo al final? ¿Pronuncio mi nombre?", pregunta desencajada. Alicent relata cómo fueron esas últimas palabras de Viserys... y es entonces cuando la hija del difunto rey señala el trágico error de entendimiento en el que incurrió, sin ninguna mala fe, Alicent y que va a provocar la más sangrienta contienda nunca vista en los Siete Reinos.
"Estaba agotado, costaba entenderle. Pero dijo el nombre de Aegon", comienza a relatar la Hightower mientras la Targaryen no puede evitar las lágrimas. "El príncipe que fue prometido para unir el reino", continúa recordando Alicent... y es entonces cuando Rhaneyra da un respingo. Y es que cuando Viserys pronunció el nombre de Aegon, no estaba hablando de su hijo ni estaba hablando del Trono de Hierro, sino que estaba recordando La Canción de Hielo y Fuego, la profecía con la que han estado obsesionados los Targaryen desde generaciones.
Se trata de la historia del sueño profético de Aegon Targaryen el Conquistador sobre los Caminantes Blancos, el temido Largo Invierno y el fin del mundo de los hombres. Una profecía ancestral que deben conocer los herederos del dragón que el propio Viserys contó a Rhaneyra, su primogénita, cuando le comunicó que ella sería la que le sucediera en el trono.
"Aegon vio la oscuridad absoluta cabalgando sobre esos vientos del Norte, y todo lo que mora dentro de ellos destruirá el mundo de los vivos. Cuando el Gran Invierno llegue, Rhaenyra, todo Poniente deberá enfrentarse a él. Y si el mundo de los hombres quiere sobrevivir, un Targaryen debe ocupar el Trono de Hierro. Un rey o una reina, lo suficientemente fuerte como para unir el reino contra el frío y las tinieblas. Aegon llamó a su sueño Canción de hielo y fuego", le contó ya en el primer capítulo Viserys a su hija.
DEMASIADO PARA ADMITIR EL ERROR
"¿Mi padre usó esas palabras? ¿El príncipe que fue prometido? ¿Te había hablado de La Canción de Hielo y Fuego? Es una historia que me contó sobre Aegon el Conquistador", dice Rhaneyra señalando el malentendido. Entonces ambas se miran... pero Alicent se niega a admitir su error. Sabe que ya es demasiado tarde para la paz.
"Márchate antes de que te descubran. No ha habido ningún error. Mi padre ha dejado la Corte, Cole está en marcha y Aemond... ya sabes cómo es. Ya es tarde Rhaneyra", dice antes de levantarse y salir del septo. Alicent se ha aferrado tanto a lo que creyó que dijo Viserys, a que señaló a su hijo Aegon como heredero -aunque sabía que sería mucho peor rey que Rhaneyra- que ya no puede dar marcha atrás.
Alicent Hightower estaba convencida que de que solo estaba haciendo lo correcto, cumpliendo con la última voluntad de su buen esposo... y admitir ahora que malinterpretó sus últimas palabras es demasiado para ella. Y tendrá que cargar con un enorme sentimiento de culpa por todas las muertes ocasionadas... y por las muchas (cientos de miles) que están por venir.
Por contra, saber toda la verdad es bueno para Rhaenyra, que ya no tiene motivos para dudar del amor de su padre y ya no tiene excusas ni reservas para no ir con todo a la guerra para reclamar su legítimo derecho al Trono de Hierro.
En todo caso, esta escena final del tercer capítulo acaba con cualquier posibilidad de parar la guerra. La falta de comunicación y la influencia del patriarcado -no hay que olvidar que fueron precisamente los hombres y su búsqueda de poder lo que separó a Rhaenyra y Alicent cuando eran jóvenes- hacen imposible la tregua. A pesar de sus esfuerzos, Rhaenyra y Alicent acaban aceptando que la guerra es inevitable y que ya no queda ninguna esperanza para la paz.