MADRID, 14 Ago. (CulturaOcio) -
Hay una conversación que atormenta a Lewis Strauss, el hombre que lidera una cruzada contra Oppenheimer por humillarlo públicamente, durante toda la película de Christopher Nolan. Un fugaz pero intenso cruce de palabras entre el padre de la bomba atómica y Albert Einstein en el que el personaje de Robert Downey Jr. está convencido que el físico estadounidense lo desacreditó.
Nada más lejos de la realidad, la charla entre los dos brillantes científicos estaba relacionada con el incontrolable poder que Oppenheimer acababa de liberar después de crear la bomba, pero... ¿qué quiere decir el protagonista con sus enigmáticas palabras?
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Al perder el juicio, Strauss se muestra extremadamente enfadado con la decisión de los senadores y proclama su animadversión a Oppenheimer sugiriendo, como repite continuamente a lo largo de la cinta, que el personaje de Cillian Murphy le dijo a Einstein algo tan horrible sobre él que después de estas palabras el físico ni siquiera fue capaz de mirarle.
El rabioso narcisismo del Secretario de Comercio sirve para despistar al espectador respecto al tema real de la conversación, tan terrible que provocó una incertidumbre y un temor grandiosos en el físico más famoso del mundo.
No, la charla final entre los dos grandes científicos en el lago de la Universidad de Princeton no trataba sobre Strauss, sino sobre el inabarcable y extremadamente peligroso poder que Oppenheimer había proporcionado a todas las naciones del mundo, que se precipitaba hacia una temible Guerra Fría, con el desarrollo de la bomba atómica. El conflicto interno del físico le empuja a pensar que puede haber sido el responsable del inicio de una reacción en cadena que, en vez de parar en seco la II Guerra Mundial, acelerará el resto de conflictos internacionales con armas nucleares que pudieran destruir el mundo.
"ME HE CONVERTIDO EN LA MUERTE, EL DESTRUCTOR DE MUNDOS"
Oppenheimer traslada su preocupación a Einstein, que le pregunta despreocupado "¿Y qué pasa?", sin tener muy en cuenta la verdadera razón por la que el físico se autotortura. "Creo que lo hicimos", le responde el personaje de Cillian Murphy, lo que provoca un miedo exagerado en el científico alemán, que huye del lugar turbado e inquieto, considerando que quizás el avance de la física nuclear pueda destruir el mundo en manos de los Gobiernos y sus Ejércitos.
El final de la película superpone en el preocupado rostro de Oppenheimer un montaje de diversas armas nucleares modernas siendo activadas alrededor del mundo y reduciendo la Tierra en cenizas. El físico se siente culpable de poder haber encendido la mecha que lo prenda todo. La destrucción total que desemboque en un holocausto nuclear gracias a una peligrosa tecnología que puede ser usada por las naciones para aniquilarse entre ellas.
Esta visión lo atormentó el resto de su vida, por ello fue uno de los científicos que se opuso frontalmente al desarrollo de la bomba de hidrógeno. Un martirio que rima con un momento de la película en el que, en la cama con su amante Jean Taltock, recita un verso de uno de los textos sangrados del hinduismo: "Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos".