MADRID, 5 Mar. (EDIZIONES - David Gallardo) -
A pesar de entrar en la música como un elefante en una cacharrería con sus dos primeros discos, 'Kill 'Em All' (1983) y 'Ride the Lightning' (1984), Metallica encaraban un lustro de existencia sin terminar de romper la barrera del underground. Lo que entonces no sabían es que entre cerveza y concierto, el muro estaba a punto de caer brutalmente, posibilitando que la banda cumpliera la que de alguna manera era su misión divina: conseguir que el thrash metal llegara al gran público.
'Kill 'Em All' es básicamente una bestialidad que tuvo su desarrollo en un 'Ride the Lightning' más melódico, sofisticado y ampuloso. Con estos dos trabajos sin duda pioneros consiguieron ya dar centenares de conciertos pero en el verano de 1985 llegó el momento de descansar y reflexionar acerca de cuales podrían ser los siguientes pasos, ya de mano de la discográfica Elektra (que les firmó nada menos que para ocho discos).
Aunque bueno, en realidad Metallica por aquel entonces no reflexionaban demasiado, pues su vida era la música 24 horas al día, siete días a la semana (también eran conocidos como Alcoholica, pero esa es otra historia de juventud). El cantante y guitarrista James Hetfield y el batería Lars Ulrich no tardaron demasiado, por tanto, en ponerse a trastear en el garaje de la casa que ambos compartían en El Cerrito (California) con ideas para canciones mientras escuchaban sin parar música de sus ídolos.
"Erámos realmente jóvenes, frescos y puros. Éramos fans de la música. Teníamos todo lleno de pósters de Iron Maiden, Michael Schenker, UFO, Ritchie Blackmore.. escuchábamos sin parar a Deep Purple, AC/DC, Motörhead y todo eso. Estábamos viviendo y respirando música sin motivos ulteriores", ha declarado recientemente Ulrich a Rolling Stone recordando ese verano de 1985.
De aquellas sesiones surgieron canciones como 'Battery', 'Disposable Heroes', 'Welcome Home (Sanitarium)' y algunas partes de lo que terminaría siendo el tema principal de su siguiente álbum, 'Master of Puppets'. Tras reunirse con el guitarrista Kirk Hammett y el bajista Cliff Burton, decidieron que ya había llegado el momento de grabar y ya tenían también partes de otros temas como 'The thing that should not be' y la instrumental 'Orion' (considerada esta última la gran obra maestra de Burton).
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GRABACIÓN EN DINAMARCA
La primera intención del grupo era contar como productor con el cantante de Rush, Geddy Lee, pero al no ser posible optaron por repetir con Flemming Rasmussen, con quien ya trabajaran en 'Ride the Lightning'. Esta resultó ser una decisión acertada, pues el nuevo disco terminaría siendo una evolución perfeccionada de todo lo que Metallica ya apuntaba tanto en ese como en su fiero debut. Pisar terreno conocido les ayudó a crecer con naturalidad.
Un reflejo de esa espontaneidad es que grabaran todo el disco en ocho semanas en los Sweet Silence Studios de Copenhague (Dinamarca, país natal de Ulrich). "¿Cómo demonios grabas un álbum como 'Master of Puppets' en ocho semanas?", se pregunta el batería ahora que Metallica acumula ya casi ocho años sin nuevo material de estudio (pero esa es otra historia que parece que tendrá final feliz más pronto que tarde).
Sea como fuere, las sesiones de grabación del disco comenzaron oficialmente el 3 de septiembre de 1985. Es decir, que todavía era verano, lo cual da una idea de la celeridad con la que ya todo marchaba en el universo Metallica, quizás como reflejo de sus acelerados riffs de guitarra y de esa agresividad incontrolable propia de unos veinteañeros que en realidad ni sabían ni tenían otra cosa que hacer con su vida.
La rutina de aquellos días consistía en empezar a grabar en torno a las siete de la tarde y proseguir durante las siguiente doce horas, intentando coincidir con la hora del desayuno incluido en el precio del hotel en el que se hospedaban. Así fueron cogiendo forma temas como el antibelicista 'Disposables heroes' y ese 'Welcome Home (Sanitarium)' sobre la locura inspirado por 'Alguien voló sobre el nido del cuco'.
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REFLEXIONES SOBRE LA MANIPULACIÓN
Las letras del disco terminarían adquiriendo coherencia casi conceptual en torno a la idea de la manipulación en todas sus formas, como si todos termináramos en algún momento convertidos en marionetas sin poder evitarlo, por los más diversos motivos (guerras, drogas, control mental y demás). Así también surgió 'Lepper Mesiah' con su violencia contra los telepredicadores y la icónica portada diseñada por Peter Mensch y dibujada por Don Brautigam.
Pero el tema central (y el que les llevó más tiempo) es, lógicamente, 'Master of Puppets', que versa sobre la adicción a las drogas de James Hetfield, quien explicó en su momento los entresijos de la letra: "Fui a una fiesta y todo el mundo esnifaba. Aquello me enfermó. Pero este tema no es sobre ninguna droga en particular, sino sobre la gente siendo controlada por drogas y no al revés".
Musicalmente, lo cierto es que 'Master of Puppets' resume todo lo que era entonces Metallica y también lo que podría llegar a ser, con sus diferentes melodías entrelazadas, sus aplastantes riffs, su musculosa batería y su estribillo marcial. Ya en 1985 eran pioneros del thrash metal (junto a Slayer, Megadeth y Anthrax) pero era evidente que sus inquietudes musicales iban más allá de los corsés del género, algo que después han reconfirmado en diversas y controvertidas ocasiones.
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ÉXITO COMERCIAL Y TRAGEDIA PERSONAL
Con el trabajo ya terminado, era cuestión de esperar hasta marzo de 1986, un mes crucial para la historia de Metallica con la publicación de su tercer largo (el día 3), con el que obtuvieron sin ninguna duda mucho más éxito del que cabía en sus cabezas. De hecho, ese mismo año el álbum alcanzó la certificación de Disco de Oro, convirtiéndose, claro, en el primero del grupo en particular y del thrash metal en general. Actualmente ya ha superado la barrera de los 10 millones de copias vendidas.
Buena parte de culpa del éxito del disco la tuvo la gira de presentación que comenzaron también en marzo de 1986 como teloneros por Estados Unidos de un Ozzy Osbourne en la cima de su revitalizada carrera solista. El salto a Europa tenía que consolidar su poderío, pero fue entonces cuando ocurrió en septiembre del mismo año la tragedia del fallecimiento del bajista Cliff Burton por un accidente del autobús de gira entre Estocolmo y, oh desdicha, Copenhague.
Este funesto suceso terminó convirtiendo a uno de los temas del disco, el instrumental 'Orion', en una de las piezas más simbólicas y queridas por Metallica y sus fans, pues a Burton se le atribuye casi la totalidad de su composición. Un estremecedor canto del cisne compuesto por un chico de apenas 23 años y que desgraciadamente escribió su nombre y el de su grupo en la leyenda negra del rock.
Como suele suceder ante este tipo de traumáticas adversidades, el resto de la banda pensó fugazmente en abandonar, pero Hetfield, Ulrich y Hammett comprendieron rápidamente que no tenían más remedio que continuar. Por ellos y por su compañero perdido. De manera que a finales de noviembre volvieron a la carretera con Jason Newsted como nuevo bajista en la familia Metallica, con quien escribirían otras páginas igualmente gloriosas en el futuro inmediato.
"Éramos unos chavales parte de una escena, no sabíamos nada de las posibilidades. Siempre he creído que los músicos de Nueva York o Los Angeles se meten en bandas para convertirse en estrellas del rock, comprar grandes mansiones y conseguir chicas. Pero yo no recuerdo nada de eso en nosotros. Sencillamente tocábamos música y bebíamos cervezas", sentencia el batería Lars Ulrich.
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