MADRID, 25 Abr. (CulturaOcio - David Gallardo) -
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Nadie sabe realmente a qué demonios le cantaba Enrique Bunbury, pero es evidente que lo hacía con vehemencia y determinación sobre una música rotunda y, claro, heróica. Sobre unas canciones que por lo que sea, algo indescifrable sin duda, siguen ardiendo.
Y en estos tiempos tan desconcertantes en los que la realidad se impone por decreto ley a la ficción, no nos vendría nada mal que otro tipo de ficción se hiciera inesperadamente realidad y nos regalara una reunión de Héroes del Silencio para cuando sea que se pueda.
Ahora que el tiempo avanza tan lento y el espacio nos comprime, el mundo necesita una sorpresa mayúscula, un buen collejón, algo que nos dé confianza. Un buen empujón que nos anime a apretujarnos de nuevo como antaño y, sobre todo, a aullar todos a una mirando a la luna.
Bunbury no está por la labor, ya lo ha dicho, pero Pedro Andreu sigue vislumbrando al menos una posibilidad. Eso es una gran tortura si hablamos de una relación de pareja de incierto desarrollo, pero es también una gran esperanza cuando hablamos de una gran banda de rock.
Porque en el rock se dan las más improbables de las reconciliaciones. Lo hemos visto ya muchas veces y se nos quita la tontería rápido cuando asumimos que un viejo deseo se hace realidad. Pasó con Axl y Slash más de veinte años después y eso sí que nos pilló con el paso cambiado.
Héroes del Silencio se separaron en lo más alto del delirio colectivo allá por 1996 y regresaron para diez únicos conciertos en 2007. Aquel regreso estableció una nueva definición de disparate para los grandes conciertos de masas. Justo lo que no sabemos cuando vamos a recuperar.
El colapso nocturno ante los cajeros de Ibercaja implorando una entrada, el atasco megalómano en la A3 en las inmediaciones del circuito de Cheste. Detallitos extremadamente molestos que dejaron su poso y que trece años después, de repetirse, tendrían un efecto más que positivo.
De ahí la importancia del contexto. Hubo miles de personas puteadas en su momento, pero a su vez empujaron por dar la vuelta a todas las adversidades inherentes al rock de estadio para construir un recuerdo que guardar consigo para siempre. Ese recuerdo nos hace libres.
Por eso la reunión de Héroes del Silencio solo haría bien en un mundo relativamente adormilado y trágicamente diezmado. Ocurre, evidentemente y volvamos a las parejas, que cada cual tiene que vivir su vida como quiera y/o pueda. Muchas vidas de a dos pudieron ser una cosa y fueron otra pero la gente sigue adelante.
Justo por eso, claro que el mundo va a seguir girando sin Héroes del Silencio tocando dentro. Pero eso no quita que imaginar ahora a 70.000 personas cantando a la vez 'Deshacer el mundo' sea algo por lo que apostar soñando en un reset multitudinario que nos reconectara mejor.
Porque a veces, cuando los cables están ya muy ultrajados, no conectan del todo bien y hacen ruidos grotescos. Suele ser un detallito en el 'jack', pero lo rompe todo y provoca que lo que pretendía ser música sea ruido peligrosamente molesto.
Y cabe la posibilidad de que una reunión de Héroes del Silencio arreglara de alguna manera los cables que tenemos todos rotos por dentro. Decenas de miles de personas en alejadas latitudes pensarían al mismo tiempo en algo positivo y eso es algo que no está de moda hoy.
Decenas de decenas de miles de personas que no se conocen pensarían al mismo tiempo en que les merece la pena exactamente lo mismo. Sea en 2021, en 2022 o cuando sea, eso es algo inédito en estos días en los que aflora lo más visceralmente chungo y egoísta de cualquiera.
Por todo ello, no se me ocurre, señoría, mejor manera de superar toda esta mierda que abranzando un regreso de Héroes del Silencio de la manera más colectiva posible. No sabríamos exactamente qué estaríamos cantando, pero lo haríamos con más fuerza y creatividad que nunca. Sería, literalmente, todo el pundonor de la penúltima.