MADRID, 17 May. (CulturaOcio - David Gallardo) -
Puede que los pogos y el crowdsurfing estén absolutamente prohibidos en tiempos de distanciamiento social, pero volveremos a los pogos y el crowdsurfing. También volveremos a levantar a la mínima un wall of death donde sea.
En los futuros tiempos de conciertos con distanciamiento social, autocines y pistas sectorizadas como corralitos, parece claro que no será momento para montar pogos o practicar el crowdsurfing. Esperaremos.
No podemos permitir que caiga en desuso el viejo y noble arte de apretujarse y empujarse tribalmente en los conciertos. Los pogos son la libertad enajenada, es decir, lo contrario al confinamiento.
Nos tocaremos, danzaremos alrededor de la hoguera hasta hacernos daño. Con rock, con metal, con EDM, con lo que cada cual quiera. Invocaremos al dios sol aullando a la luna. Nos cuidaremos en el huracán que nosotros mismos provocamos.
Perderemos el control, nos empotraremos contra la espalda de alguien y dolerá. Pero molará. Y cuando alguien se nos caiga encima, le ayudaremos a levantar para a su vez salvarnos nosotros. Así será, porque un pogo es la vida misma.
Nos sudaremos literalmente unos a otros y, por motivos por descifrar, nos gustará. Nos sonreiremos después de golpearnos. De un pogo se sale mejor persona, eso ya lo sabemos, de una pandemia ya veremos.
Y por eso vemos ahora unos cuantos vídeos de pogos loquísimos. Para que no se nos olvide, para amenizar la espera y, en última instancia, para declarar algo: Los pogos nos harán libres. Los pogos son la revolución, la resistencia de verdad. Y ya.