MADRID, 15 Abr. (CulturaOcio) -
Mientras la industria musical está paralizada en todo el planeta -y con expertos apuntando a otoño de 2021 para poder recobrar cierta normalidad, al menos en grandes eventos-, Suecia ha dado un paso al frente y está ya probando a celebrar los primeros conciertos en tiempos de coronavirus, con el distanciamiento social y la reducción de aforo como primeras condiciones.
En Suecia no hay medidas de confinamiento y aislamiento tan estrictas como en otros muchos países, por lo que se permiten las reuniones de cincuenta personas o menos. Además, los bares y los restaurantes pueden abrir, pero solo dando servicio de barra. Huelga remarcar, eso sí, que Suecia superó el millar de muertos por coronavirus este 14 de abril, mientras en España se contabilizan ya 18.707.
Y aunque las salas de conciertos cerraron en la segunda semana de marzo, ahora el dueño del pequeño club Plan B de Malmö ha vuelto a abrir tras consultar la normativa con las autoridades. Y por eso celebró el pasado jueves un concierto del trío de shoegaze Spunsugar con 39 asistentes.
Al público se sumó un ingeniero de sonido, dos trabajadores de la sala y la propia banda, para así quedar por debajo del medio centenar de personas dictaminado por ley. Y, como medida de distanciamiento, los asistentes no pudieron pedir en la barra, sino que tenían que hacerlo a través de un sistema de tarjetas electrónicas con el que llamar a los camareros.
"Fue bastante surrealista en algunos momentos. Pero seguimos todas las normas", dijo el bajista del grupo, Felix Sjöström a la revista musical británica NME, que tuvo a uno de sus periodistas en la sala. Y la vocalista Elin Ramstedt añadió: "No ignoramos lo que pasa, somos precavidos y la regulación no nos prohibe tocar así".
Una vez superados el desconcierto y la timidez iniciales, el concierto llegó a cierto punto de normalidad al cabo de unas pocas canciones, según el periodista del NME Derek Robertson, quien asegura que la actuación de 45 minutos acabó con una buena sensación para todos.
"No es un gran riesgo, no hay mucha gente aquí. Es una gran oportunidad para la gente para apoyar a la banda y al local, pero también para conocernos unos a otros de una manera relativamente segura. Ha sido realmente chulo", resumió una asistente al NME.
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Sjöström lanza otra idea al periodista al asegurar que hay lugares con más gente reunida en el centro de la ciudad, por lo que la única diferencia que él ve es que en esta sala estaban "tocando música". "Estamos haciendo esto porque queremos que Plan B sobreviva", apostilla, mientras otro asistente remarca que lo importante es que quien tenga el más mínimo síntoma de Covid-19 se quede aislado en casa.
El dueño de la sala, Carlo Emme, resumió con ironía la situación a la que hace frente por el confinamiento derivado del coronavirus: "No hay Plan B para Plan B. Si las cosas siguen así, si no abrimos, si nadie viene aquí, quebraremos. Es tan simple como eso. El gobierno no ha ofrecido nada que pueda cubrir los costes básicos".
Después del primer concierto, la sala planea seguir con su programación. De hecho, ya tiene más bandas confirmadas y ya ha actuado allí también otro grupo llamado The Hypnagogics. Acudió menos gente que la noche anterior, pero acudió gente (ninguno con síntomas de coronavirus).
Y el bajista del grupo, Oskar Jönson, resumió el sentimiento de todos los allí congregados, extrapolable a tantas otras pequeñas salas del mundo: "Tienes que hacer lo que tienes que hacer para sobrevivir. Para Plan B, eso es la música en directo. Y por eso estamos todos aquí".