MADRID, 26 Sep. (CulturaOcio) -
Entre sus grandes personajes y grandes revelaciones, la serie de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder también deja curiosos detalles sobre los pobladores de la Tierra Media que no pasan desapercibidas para los fans. Una de ellas tiene que ver con los elfos, los seres de puntiagudas orejas y prácticamente perfectos creados por Tolkien. Y es que, en un momento dado, un personaje de la serie afirma que los elfos "no duermen", un detalle inexplorado en las películas pero que, evidentemente, el autor sí que explicó en sus libros.
La llegada de Galadriel a Númenor provocó un gran revuelo entre sus habitantes, que no ven con buenos ojos la aparición en la isla de seres de otras razas que no sean hombres. Uno de los más exaltados es Tamar, miembro del gremio de los herreros de la ciudad de Armenelos, que quiere convencer a la reina de que no confíe en la recién llegada y mucho menos que la permita ser parte de los habitantes de Númenor.
En una arenga a sus hombres para que le apoyen en su rechazo a los elfos en general, y a Galadriel en particular, el personaje interpretado por Jason Hood llega a decir lo siguiente: "Barcos de elfos en nuestras costas, obreros élficos quitándonos el trabajo. Obreros que nunca duermen, que no se cansan, que no envejecen". Está claro que su preocupación viene por la posibilidad de perder trabajo y derechos. ¿Pero cuánto de cierto hay en esta afirmación?
Que los elfos ni se cansan ni envejecen (o al menos no lo hacen apenas pudiendo mantener durante siglos su misma apariencia) era algo más o menos conocido por el público en general. Pero su capacidad para permanecer activos sin necesidad de dormir, de desconectarse durante unas horas al día como el resto de los seres vivientes, es una de sus características menos expuestas.
En realidad, Tolkien escribió que los elfos sí tenían una forma de dormir, aunque diferente a la de los hombres o enanos. Los seres de orejas puntiagudas simplemente llevaban su mente a los caminos de los sueños élficos, siendo capaces de hacerlo incluso con los ojos abiertos mientras caminaban. Por tanto, pese a que su fuerza y resistencia eran superiores a las de los hombres, queda claro que sí se cansaban, aunque tardaran en hacerlo muchísimo más que el más resistente de los humanos.
La divertida confusión a la que llega Tamar viene entonces precisamente por esa suerte de letargo que les permitía recuperar fuerzas. El hecho de poder hacerlo estando despiertos y desempeñando otras tareas podía hacer pensar a las otras razas de la Tierra Media que, efectivamente, los elfos no descansaban ni dormían. Motivo suficiente para que los hombres más castigados aumentaran todavía más su envidia hacia ellos.