MADRID, 28 Dic. (CulturaOcio) -
Ya está disponible en Netflix la segunda y penúltima temporada de El juego del calamar. Y aunque sin duda los siete episodios que la conforman dan mucho que comentar, conviene detenerse sobre el primero de ellos, ya que otorga mayor protagonismo a uno de los personajes más misteriosos de la anterior entrega, el Vendedor o reclutador, encarnado por Gong Yoo.
((ATENCIÓN: ESTA NOTICIA CONTIENE SPOILERS))
A pesar de no contar con demasiadas escenas, el Vendedor fue clave en la primera temporada de la ficción, ya que fue el responsable de reclutar a Seong Gi-hun para la competición, presentándose ante él en el metro e invitándole a jugar al ddakji. Así, en la nueva entrega, el personaje de Lee Jung-jae, en sus ansias de venganza, ha pasado los dos últimos años buscándolo en cada estación, con la ayuda de Mr. Kim.
Titulado Pan y lotería, el episodio 1 de la segunda temporada enfrenta de nuevo a Gi-hun y el reclutador sin nombre. "Señor Seong, ¿cómo cree que he llegado adonde estoy?", le pregunta el Vendedor, después de que Gi-hun haya dejado claro que solo lo considera un subordinado y que quien realmente le interesa es su jefe.
"Desde bien joven estuve retirando e incinerando los cadáveres de incontables personas", revela el hombre del ddakji, confirmando así lo que muchos sospechaban y el creador de la serie, Hwang Dong-hyuk ya había adelantado, es decir, que comenzó siendo un soldado enmascarado más y fue ascendiendo hasta lograr un puesto tan importante como el de reclutador.
"No son seres humanos, solo son escoria, son inútiles, sobran en el mundo, eso me repetía y trabajé duro durante años", continúa el personaje de Gong Yoo, dejando clara su opinión respecto a los jugadores y su absoluta falta de compasión. Si el capítulo se llama Pan y lotería es por una práctica cruel que llevaba a cabo, dar a elegir a mendigos entre un trozo de pan y un billete de lotería... y el hecho de que siempre eligieran la lotería, justificaba para él los juegos.
Observando su pistola, el hombre recuerda que cuando al fin le dieron un arma, se sintió "bien", que le "reconocían por primera vez en la vida". El reclutador sigue repasando su pasado y menciona que en algún momento, no sabe en qué año exactamente, "iba a disparar a alguien que había perdido" y se dio cuenta de que le "resultaba familiar"... era su propio padre. Cuando le disparó en la cabeza a pesar de sus súplicas, se dio cuenta de que estaba hecho para ese trabajo.
Ante la insistencia de Gi-hun de que, haya hecho lo que haya hecho, el Vendedor es tan solo un "perrito faldero", este le pone el arma en la cabeza y le acaba proponiendo jugar a la ruleta rusa. Antes de que el reclutador muera al final de este juego, vuelve a hacer hincapié en lo que piensa de las personas como Gi-hun, de la gente miserable y vulnerable a la que ha engañado y matado. "Eres una persona de mierda como los demás, basura que tuvo la suerte de escaparse del vertedero", le dice.
A pesar de que el Vendedor podría optar por saltarse las normas de su propio juego y no disparar la última bala, destinada a él, lo hace, demostrando así, quizá tanto a Gi-hun como a sí mismo, su férreo compromiso con los juegos.
Este tenso encuentro entre ambos personajes, saldado con la muerte del reclutador, no solo explora brevemente el pasado de este (aunque sin dotarle de nombre propio), sino que además deja entrever sus motivaciones. Y es que, probablemente adoctrinado desde joven, el reclutador no hacía lo que hacía por dinero, sino por desprecio a aquellos que no consideraba personas.